Doctora en derecho y bioética asegura que ni las iglesias ni las mayorías parlamentarias se pueden imponer en estos temas. Plantea un debate basado en argumentos y razones y no miedos y adelanta que los desafíos en este campo los impone la nanotecnología.
Jueves 23 de Abril de 2009
María José Errázuriz L.
Dos hechos grafican, para María Casado, los resquemores con los que se abordan los debates bioéticos en las sociedades occidentales y en ambos ella estuvo involucrada.
El primero se dio hace poco, cuando se discutió una norma sobre el aborto en el gobierno de Cataluña, y ella –libre pensadora, sin confesión religiosa- se encontró defendiendo la misma posición que un sacerdote español, cuestión que le hizo ver a él.
La segunda fue la discusión que se dio en torno al destino que tendrían los miles de embriones criopreservados (congelados) que por ley, en España, no pueden ser implantados pasados 5 años. Una primera comisión multidisciplinaria propuso legislar a favor de que, en vez de ser desechados, se consiguiera el consentimiento de los padres para ser usados en investigación con varias limitantes. El gobierno de Aznar rechazó la recomendación y nombró una segunda comisión, conformada esta vez por personajes del mundo conservador, la que, finalmente, concluyó lo mismo que la primera y así se obró.
María Casado (56), doctora en Derecho de la Universidad Complutense y miembro del Comité de Bioética de España, se encuentra en Chile para participar en un seminario internacional sobre “Ética de las regulaciones en salud en Latinoamérica y el Caribe” que se desarrolla a partir de hoy en Santiago.
Su presencia se da en momentos en que Chile tiene pendientes debates tan fundamentales como una legislación de la fertilización in vitro, la eutanasia y el aborto terapéutico.
Ella dice no sorprenderse por la polémica que estos temas generan, cuestión que su país ha vivido también. “El debate social es muy importante. Cuando la tecnología permite hacer cosas que antes no estaban en las manos del ser humano, si no que en las de la naturaleza o la divinidad, el científico comienza a preguntarse si debe o no hacer eso, cuestión en la que se involucran filósofos, juristas y otros especialistas. Sin embargo, al traspasar ese círculo, el debate se ha abierto a la sociedad y ella debe participar; pero para que eso valga, tiene que haber información”, dice.
-¿Puede la sociedad debatir de un tema que desconoce?
“Hay que intentar tener un cierto conocimiento, pero el conocimiento de los expertos no es el único que tiene sentido común y sensatez. A cada persona se le concede una autonomía –puede votar, decidir si se casa y tiene hijos- y son cosas muy importantes y las resuelve con la información que tiene, sin un certificado de estudios superiores.
“En este tipo de cosas pasa algo similar, hay que dar información para que el debate sea riguroso y ahí la prensa juega un papel muy importante”.
-En esa perspectiva, ¿los temas bioéticos deben ser sometido a las urnas populares?
“Esto no es una cuestión de votos. El tema bioético es un debate diferente, no es simple y no se pueden resolver en términos de sí y no. Se puede estar a favor o en contra de las madres de alquiler, y puede estar prohibido, pero podría darse un caso que lo justificara. Estos son temas complejos y al final, puede ser una decisión normativa que decidan quienes tienen la representación popular (Parlamento), pero antes han debido discutir y argumentar.
“La razón por la que no se puede llevar a las urnas es porque no se puede formular una pregunta de manera que la gente la responda con un sí o no. Hay que hacer matices”.
-¿También justifica la anterior el hecho que la desinformación de la población las lleve a decidir erróneamente?
“En toda votación se pueden cometer errores, quien decide que la elección es la verdadera… eso es un planteamiento antidemocrático. Lo importante es que quienes deciden sean plurales en disciplinas y visiones de la vida. La bioética exige argumentar.
“Debemos suponer que los legisladores están informados, no es cierto, pero soy contraria a los referéndum en estos temas. Ahora, también soy contraria a los choques de absolutos, porque si te encasillas en una posición, no se alcanza ninguna solución. Hay que ver donde hay un elemento de acuerdo, para alcanzar algo razonable”.
-Hablas de llegar a un acuerdo. ¿Los tema bioéticos son sujetos de negociación, de tú me das, yo te doy?
“No, son sujetos de argumentación, entonces las mejores razones, las más fundadas tienen que acabar convencido al otro. Para participar en el debate, hay que estar dispuesto a ser convencido; si quieres imponer, que vas a negociar.
“Tu país y el mío tienen una larga tradición donde te dicen que van a negociar algo, pero lo que se quiere es imponer lo que le da la gana porque se tiene el poder. Si vas a consensuar, tienes que estar dispuesto a ceder”.
María reafirma que la bioética no debe tener un apellido confesional, lo que no significa descalificar la posición de los credos como la Iglesia Católica. “La creencia pertenece a la intimidad de la persona y cuando se discute debe valer la razón. Ya no vivimos en un estado confesional, sino de derecho. Las normas son hechas por razones de bien común, bienestar colectivo…”
-¿Derecho natural?
“No, de ninguna manera. No existe el derecho natural, no es natural ni derecho. Quién dice cuales son los rectos principios del derecho natural. Algunos pensaron que éramos todos iguales y otros, diferentes, unos libres y otros esclavos. El derecho natural ha legitimado instituciones diferentes desde la libertad hasta la esclavitud.
“Por eso, el pacto debe darse en el marco de los Derechos Humanos Universales cuya declaración de 1948 fue firmada por todos los países. Ahora hay una declaración de NU sobre Bioética y Derechos Humanos de 2005 que se basa en los mínimos jurídicos como respecto a la autonomía, derecho a estar informado. Puede que algunos digan que eso no le conviene, pero entonces no estaremos hablando de bioética, sino de intereses.
“Hay que encontrar un sistema en que la gente pueda convivir con su propio modelo, pero los límites deben ser los Derechos Humanos”.
-¿El primer derecho humano es el respeto a la vida?
“No creo que haya que jerarquizar los Derechos Humanos. En la declaración de Bioética de NU, el primero es el respeto a la dignidad humana, el problema es que por dignidad humana vamos a entender cosas distintas y vamos a tener que empezar a ponernos de acuerdo. Después está el respeto a la autonomía de la persona y los derechos que tienen que ver con la justicia, la solidaridad y el compartir los conocimientos. El derecho no es a la vida, es a que no te la quiten contra tu voluntad”.
-¿Los conflictos en bioética se han agudizado porque la ciencia avanza demasiado rápido o el hombre ha perdido la fe, la dignidad?
“Los problemas bioéticos se plantean por las dos cosas. Por un lado, la ciencia adelanta una barbaridad y la mente humana, muchas veces, no lo sigue; recuerda que nuestras abuelas podían decir que una persona estaba muerta porque no respiraba, no le latía el corazón y estaba fría, en cambio, hoy puedes determinar la muerte cerebral aunque la persona esté caliente y siga respirando con una máquina. Todo es contra intuitivo”.
-¿Lo otro es que nos hemos deshumanizado?
“Lo otro es el cambio social y la sociedad se ha hecho plural. Esas preguntas difíciles que nos plantea la ciencia no las podemos resolver todos igual”.
La doctora pone de ejemplo las posibilidades actuales que otorga la tecnología de alargar la vida en condiciones extraordinarias, cuestión que ha dado pie al debate sobre la eutanasia. Según dice, el tema pone al centro la dignidad humana y paradójicamente ambas posturas reclaman lo mismo, el derecho a morir dignamente (a favor de legalizar la eutanasia) y el derecho a vivir dignamente (en contra). “La sociedad es compleja hasta extremos en que las respuestas son complicadas; y hoy dejas que el ser humano decida sobre más cosas, antes las teníamos dadas”, afirma.
-¿Ni las iglesias ni el Estado debe regir en temas bioéticos?
“Las regulaciones sobre estos temas, naturalmente, las tiene que hacer el Parlamento, que tiene la soberanía popular. Ahora, lo verdaderamente democrático es que haya un marco normativo que sea respetuoso de las posibles disidencias, lo que consideraría la objeción de conciencia. Se dice que la democracia es tomar las decisiones por mayoría; bueno creo que tiene que ser además, respetando el derecho de las minorías, porque sino te encuentras con el rodillo (la aplanadora) de las mayorías parlamentarias.
“Y cuando hablas de la Iglesia Católica no puedes hablar de un colectivo uniforme, en España lo que dicen los jesuitas no es lo mismo que dicen los Legionarios de Cristo. Tú no puedes hacer que la ley, del Estado de todos, esté determinada por tu religión porque sino estaríamos otra vez en un Estado confesional y en la discusión que tuvimos el S. XVI”.
Historial
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-¿Parte del problema es que los científicos tampoco han llegado a acuerdo en varios temas?
“Sí, hay un consenso bastante claro y las regulaciones que tratan temas conflictivos tienen un glosario…embrión, tal, pre embrión, tal. Acuerdos hay, lo que pasa es que a algunos no les gusta; siempre puedes invocar la falta de acuerdo, puedes boicotear cualquier acuerdo, pero consensos razonables, científicos y morales, hay en muchas cosas”.
-Aunque no son temas cerrados…
“Eso es, no son temas cerrados, son temas que se deben reelaborar contínuamente”.
-… pero algunas sociedades los tienes más elaborados. ¿Cuáles son los apremios de hoy en bioética? ¿Selección genética?
“No, ese debate está hecho por parte de los científicos, pero no por las sociedades.
“Sobre selección genética, hay que aclarar qué se entiende por ella, porque si nos planteamos en el fantasma que nos vendió la literatura del hijo a la carta, eso está prohibido en mi país; ahora sí está permitido la selección del sexo por razones terapéuticas, pero no por capricho, es decir, se puede hacer un proceso de FIV (fertilización in vitro) con selección de embriones para no transmitir enfermedades como la hemofilia.
“Hay un debate si se puede hacer selección para generar un embrión compatible con un hijo enfermo que ya se tiene. Eso se permite en España, pero hay que pensar todo esto supone muchas cosas, entre otros, procedimientos largos y costoso, cuando existe la posibilidad de tener esos hijos de una manera más cómoda. Y todo esto después de ser aprobado por un comité”.
-¿Cuáles son los desafíos?
“Los temas de punta en la reflexión de la bioética es todo lo vinculado con la neurociencia y nanotecnologías. Se puede mejorar el cuerpo con implantes, podemos poner chips a las personas como si fueran tarjetas de crédito; podemos poner un chip de memoria o qué entendemos por prótesis, todo lo es, un hombre biónico. Qué es natural y qué no. Esto plantea preguntas interesantísimas”.
Este tema, que la apasiona y la ha traído varias veces a Chile, la hace recordar que en uno de esos viajes se sorprendió con una publicidad pegada al costado de una micro amarilla donde se veía una caja de 6 huevos, donde cinco eran blancos y uno café. La propuesta era que un padre pudiera acceder, sin dificultades, a una prueba de ADN (que se vendía en farmacias) para saber si todos los hijos eran suyos. María, incluso tomó una foto y la utiliza en sus clases.
“Para mí esa publicidad conlleva un problema ético importante. ¿Es esa la manera de resolver un conflicto de pareja cuando hay un menor de por medio? Hay un interés superior que proteger y en esas pruebas no hay consentimiento. Eso me parece fatal porque hay que ser cautelosos. Hay que preguntarse qué significa ser padre, la célula o las noches acompañándolo enfermo. Se trata de una paternidad biológica o una social”, señala.
-En Chile muchos de estos temas no están normados y se actúa por autoregulación médica como es el caso del FIV. ¿No legislar por temor es un remedio peor que la enfermedad?
“Mucho peor. El que no haya ley es dar patente de corso para que todo pase. En España se dictó una ley que reguló las pruebas de ADN por parte de la policía y los que se oponían eran los poderes públicos, porque sin ley tenían las manos libres. Tiene que haber un marco, tienen que haber cosas prohibidas y tiene que poder revisarse”.
“No soy de las que cree en autorizar todo, hay cosas que se deben prohibir, pero hacen falta razones, no miedos”, concluye.
http://www.puntomujer.emol.com/mujer_y_trabajo/noticia/detallenoticia.asp?id=%7B036B2080-C46A-4E34-969E-AC0A4B431DE7%7D