Sobre la tercera cultura

12.04.2009 – MANUEL MOLINA BOIX

La teoría sobre las dos culturas esbozada por J P Snow a mediados del pasado siglo ha ejercido una influencia capital sobre el discurso de la reciente filosofía de la ciencia. En ella venía a denunciar la tajante separación entre el saber de las ciencias experimentales -física, matemáticas y afines- centrado en hechos materiales comprobables y el de las humanidades enfocado hacia cuestiones del espíritu al que resulta imposible aplicar el método experimental de comprobación y refutación, de tal guisa que ambos seguirían rumbos paralelos sin atisbar puntos comunes de intersección a lo largo de su trayectoria. La mutua ignorancia e incomprensión de la que harían gala sus respectivos practicantes constituiría una lacra de consecuencias nefastas para el desarrollo del conocimiento humano global.
En coincidencia temporal con esta hipótesis se gestaron asimismo dos ideas con notable ascendiente sobre este debate. Por un lado la preocupación entre los científicos experimentales por las consecuencias de la aplicación práctica de sus trabajos. Por otro la progresiva asimilación generalizada del principio de autonomía del individuo de tal modo que se consideraba a éste, como ser libre, capacitado para decidir por si mismo en los asuntos que le concernían, en especial en todo lo referente a su cuerpo, en aplicación soberana de los derechos humanos fundamentales inalienables. Ideas que trasladadas a la práctica de la medicina, aunque no de modo exclusivo, entroncaron caminos hasta entonces divergentes plasmados en el concepto de la bioética. Elemento integrador superación del abismo entre culturas al reunir en su seno elementos de ambas. ¿La tercera? Si la medicina se sustenta sobre el pedestal de conocimientos de la física, la química y la pura biología tiene el añadido esencial de acontecer sobre una persona portadora de valores, con sus deseos y creencias en definitiva lo que se conoce como dignidad.
Bioética que no se trata de una profesión en el sentido convencional con un corpus doctrinal estructurado y prerrogativas académicas burocráticas como erróneamente se puede dar a entender por expertos interesados. Es mucho mas que una disciplina independiente o un manual de instrucciones a desempolvar para resolver conflictos basado en dos premisas fundamentales aceptadas por todos los que de un modo u otro se acercan a estas reflexiones: la laicidad y la interdisciplinariedad al implicar a científicos, legisladores, moralistas, filósofos, religiosos y a cualquier persona dispuesta a razonar teniendo presentes los hechos y valores de la persona.
De los fundamentos de la bioética nos ilustró hace poco con su habitual maestría docente la filósofa Victoria Camps en el curso de unas Jornadas Hospitalarias sobre esta cuestión. Abogó por analizar las dudas con mentalidad abierta, sin dogmatismos excluyentes. Enfatizó sobre la necesidad de formular preguntas y contemplar sin prejuicios las razones y los argumentos aportados por las partes en conflicto utilizando la sensatez con un método de raíces aristotélicas, la deliberación. En el bien entendido de que los resultados que se alcancen y propongan, por la propia naturaleza de los elementos encontrados, jamás dejarán satisfechas a todas las partes, pero en ese debatir juntos reside la grandeza y la servidumbre de este saber. Lo importante y necesario, lo civilizado, es el respeto hacia las opiniones y los valores del prójimo aunque no se compartan.

http://www.laverdad.es/murcia/prensa/20090412/opinion/sobre-tercera-cultura-20090412.html


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