Conócete a ti mismo (por 8.000 euros)
JAVIER SAMPEDRO 06/11/2008
El proyecto del genoma público costó 230 millones de euros. Su competidor privado, Craig Venter, leyó su propio genoma por la décima parte. El de Jim Watson, codescubridor del ADN, salió el año pasado por ocho millones. Venter y Watson eran los únicos dos genomas personales disponibles hasta ayer, pero hoy se suman otros dos, hechos en dos meses por 190.000 euros. Los costes caen en picado, y hasta una empresa ofrece ya el servicio a los particulares.
«Su vida en sus manos: instrucciones para la era de la genómica personal». Así abre hoy su portada la revista Nature. Dentro lleva tres trabajos sobre una técnica muy eficaz de secuenciación que permite abrir ese debate. (El genoma humano tiene 3.000 millones de unidades químicas -las letras a, g, c, t del ADN- y secuenciarlo es leer el orden exacto de todas ellas).
La nueva tecnología ha sido desarrollada por la firma británica Illumina Cambridge. Sus científicos y los del proyecto del genoma público la han usado para secuenciar en dos meses el genoma completo de un voluntario yoruba de Ibadán, en el suroeste de Nigeria, por un coste de 250.000 dólares (190.000 euros).
En un segundo trabajo, otro consorcio de científicos coordinado por Jun Wang, del Instituto de Genómica de Pekín, utiliza la misma tecnología para secuenciar el genoma de un donante han, una etnia de China que representa al 30% de la población humana. El tiempo invertido y el coste son similares al caso anterior.
Estos estudios tienen valor sobre todo como pruebas de principio: su utilidad se revelará cuando se haya secuenciado a muchos individuos más, porque entonces se podrán identificar todas las variantes genéticas que contribuyen a una u otra enfermedad.
Pero ello no impide que algunas variantes genéticas relevantes se puedan ver ya en las cuatro secuencias personales existentes. Por ejemplo, el voluntario chino secuenciado ahora es portador de una mutación de la sordera (que no se manifiesta porque está cubierta por un gen normal en su otro cromosoma); también sufre variantes de propensión a engancharse al tabaco (y en efecto es un fumador empedernido); y lleva 9 de los 16 genes de riesgo de alzhéimer (enfermedad que no ha desarrollado de momento). ¿Es entonces planteable la venta de genomas directamente al consumidor? ¿Cuál sería su coste?
«Hemos mejorado la tecnología desde que hicimos el trabajo que aparece ahora en Nature, dice a EL PAÍS el investigador principal del primer estudio, David Bentley, vicepresidente científico de Illumina Cambridge. «Estamos ya por debajo de 50.000 dólares por genoma, y esperamos alcanzar los 10.000 dólares (menos de 8.000 euros) por genoma el año que viene».
¿Cuál será la primera aplicación clínica de esta tecnología? ¿Y cuál la primera salida comercial? «En biomedicina se extenderá enseguida para la secuenciación de los distintos tipos de cáncer», responde Bentley. «Pero la primera aplicación comercial será probablemente la secuenciación genómica privada, que de hecho ya es ofrecida por la compañía norteamericana Knome, que está usando nuestra plataforma de secuenciación».
Bajo el lema Conócete a ti mismo, Knome fue fundada el año pasado por el genetista de la Universidad de Harvard George Church. Ofrece al cliente «el único análisis genómico altamente personalizado, privado y completo para conseguir una mejor comprensión de su herencia genética y de sus potenciales predisposiciones». Luego añade: «Con respecto a todo lo que se sabe hoy». Ésa es la parte peliaguda.
El genoma de Craig Venter no recibió mucha atención pública cuando se presentó el año pasado en la literatura científica (Plos Biology). Este campeón privado del genoma había explicado poco antes a este diario las razones que le habían llevado a secuenciarse a sí mismo: «Ante todo, la curiosidad. No entiendo cómo un científico puede trabajar en un problema y no tener curiosidad por él. Además, mucha gente estaba asustada de que se conociera su genoma. Pensaban que la información se usaría mal y violaría su intimidad. Yo nunca creí eso, y me puse como ejemplo. Hay dos clases de líderes: los que se ponen al frente y los que empujan a los demás al frente», comenta.
Sobre los datos que le había aportado su genoma, sin embargo, Venter era el primer escéptico declarado y confeso: «Por ejemplo, yo tengo un gen que predispone a padecer el mal de alzhéimer. Pero tiene que venir o de mi padre o de mi madre, y ambos han conservado sus facultades mentales más allá de los 80 años. Tengo otro ejemplo: hay genes que predisponen a comportamientos de riesgo, o a la búsqueda de novedades, y todo el mundo suponía que yo los tendría, pero no es así», añadió.
«Somos una especie compleja», concluía Venter. «Incluso un rasgo tan simple como la presión sanguínea viene afectado por 300 genes. Cada uno de nosotros tiene unos 100.000 millones de células, y las variantes genéticas no muestran una correlación absoluta con nuestras características, sólo afectan a su frecuencia. Con todo lo que han encontrado en mi genoma… ¡yo no debería estar vivo!».
Tampoco el segundo homo sapiens secuenciado, el codescubridror del ADN Jim Watson, manifestaba mucho entusiasmo antes de someterse a la prueba: «Una compañía de New Heaven me ha ofrecido secuenciar mi genoma», dijo a este diario hace tres años. «Les respondí en broma que me hicieran todo el genoma excepto el gen de la apolipoproteína E. Claro, porque ese gen predice la propensión al alzhéimer. Y no quiero saberla. Así puedo pensar lo que me dé la gana».
«Por otro lado», prosiguió Watson, «que me digan cuáles son mis talentos potenciales ahora que tengo 77 años, pues la verdad… En general, tú quieres saber todos los datos que pueden mejorar su vida, pero no aquéllos sobre los que no puedes hacer nada, aparte de cogerte una depresión».
Pero Watson accedió finalmente a la prueba, y su genoma se ha publicado este año (Nature, 452:872). «La principal lección del genoma de Watson», comenta el genetista Maynard Olson, de la Universidad de Washington, «es lo difícil que resulta extraer inferencias médicamente relevantes de una secuencia individual».
Al igual que le pasaba al voluntario de la etnia han con la sordera hereditaria, Watson es portador de algunas mutaciones recesivas (esto es, que sólo se manifestarían si se heredaran a la vez del padre y de la madre, lo que no es el caso). Como señala Olson, estos rasgos son tan infrecuentes en la población que la probabilidad de que los dos miembros de una pareja sean portadores es ínfima.
Watson, por ejemplo, tiene 3,3 millones de cambios de letra (snips, por single nucleotide polymorphisms) respecto al genoma de referencia. La mayoría de esos snips no importan, pero unos 11.000 alteran la información de algún gen, y otros tantos afectan a su grado de actividad. Como nuestro genoma sólo tiene 20.000 genes, el mero hecho de diferir del genoma de referencia no es la excepción, sino la norma.
Lo mismo vale para los genomas de Venter y los voluntarios yoruba y han recién secuenciados. Sólo cuando se hayan leído muchos genomas individuales será posible interpretar cada uno de ellos: saber qué quiere decir cada combinación de snips. Por el momento, el genoma de Watson ni siquiera nos serviría para adivinar su estatura.
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Conocete/ti/mismo/8000/euros/elpepusoc/20081106elpepisoc_1/Tes