La expansión de internet está provocando cambios sustanciales en la medicina y la sanidad, tanto en el acceso a la información sobre salud y ciencia biomédica como en la actividad asistencial y las relaciones entre los diferentes colectivos involucrados. Las posibilidades que abre la red son ilimitadas pero llevan aparejados retos éticos que deben ser identificados y solventados lo antes posible.
Carmen Fernández. Barcelona – Miércoles, 22 de Abril de 2009 – Actualizado a las 00:00h.
La medicina y la sanidad no sólo no son ajenas a la revolución que ha provocado internet en todos los ámbitos económicos, culturales y sociales, sino que se están apoyando en ella para mejorar su eficiencia, organización y gestión, y acelerar el avance del conocimiento científico y el desarrollo de nuevas terapias. En la expansión de la red, que se está produciendo a un ritmo vertiginoso, están implicados profesionales, pacientes, gestores, responsables políticos, docentes, ONGs e industria farmacéutica y biotecnológica, de productos sanitarios y de tecnología de la información y la comunicación. Las oportunidades que abre internet en este sector son ilimitadas, pero también lo son los retos éticos aparejados, según se ha visto en un seminario organizado por la Fundación Víctor Grífols y Lucas en Barcelona.
Gema Revuelta y Cristina Aced, del Observatorio de la Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, que han elaborado un informe en el que recogen su reflexión al respecto y la de varios autores del ámbito internacional, dividen los retos de la E-Salud (traducción del E-Health inglés) en seis ámbitos: información, negocio, relaciones, cooperación, telemedicina e investigación.
La red como fuente de información es el uso más frecuente y plantea el primer interrogante: ¿Puede el paciente distinguir la información útil, objetiva y rigurosa de la errónea, dañina y engañosa? En internet están las revistas científicas con revisión por pares, pero también información proporcionada por personas o entidades fuera del ámbito sanitario (y sin revisión). La acreditación de páginas web ayuda a establecer estándares de calidad, entre los que se incluyen principios éticos como la declaración de intereses y anteponer la salud de los paciente a otros fines, pero va a ser difícil que esa medida alcance a la llamada inteligencia colectiva (wikis, redes sociales y otros ejemplos del entorno 2.0), donde es frecuente ver rumores, mentiras e informaciones interesadas.
En el ámbito de los negocios destaca especialmente la comercialización de fármacos por internet, que está prohibida en casi toda la Unión Europea. Una cosa son las webs de farmacias autorizadas y otra los sitios web de dudosa procedencia, que es una peligrosa realidad (se calcula que tres de cada cinco medicamentos adquiridos así son falsificaciones) que va en aumento en el caso de anabolizantes, adelgazantes y potenciadores de la capacidad sexual. La Organización Mundial de la Salud ya ha intervenido dictando recomendaciones específicas. En materia de publicidad, aunque la legislación es la misma que para todos los medios de comunicación, el problema se complica cuando se traspasan fronteras (e internet no las tiene).
En relaciones (redes sociales del tipo Facebook, Tuenti o MySpace) es donde la sanidad y la medicina se muestran más reacias a entrar, pero el Ministerio de Sanidad ya recurrió a ellas el año pasado para promover el uso de preservativos entre los más jóvenes. El problema de estas redes es la vulnerabilidad de la privacidad de los datos, pero la generalización de su uso parece imparable y la web 2.0 está haciendo posible la aparición de plataformas que permiten crear comunidades virtuales en las que profesionales de la salud se interrelacionan entre sí y con los pacientes.
Telemedicina
Lo que sí provoca entusiasmo en el sector, y también más retos, es la telemedicina: telediagnóstico, teleconsulta, telemonitorización, historia clínica única y compartida, receta electrónica. La principal duda es cómo puede controlar el paciente quién ha consultado sus datos y para qué, algo sobre lo que gigantes como Google y Microsoft ya han puesto los ojos y están desarrollando herramientas on line que permitan a los enfermos reunir y gestionar su propia información médica.
Joan Guanyabens, director de la Agencia de Información y Calidad en Salud de la Generalitat, ha confirmado que saber con certeza quién accede (y si es quien dice ser) no es posible solo con el código password y hay que recurrir a la certificación de la firma profesional digital. «A veces tiene más fácil acceder el paciente que el médico». La legislación catalana, además, obliga a que la historia digital integre toda la información del paciente, lo que añade otro reto: el volumen de datos (y de pruebas diagnósticas) a lo largo de la vida será tremendo, lo que obligará a desarrollar sistemas de filtraje para seleccionar sólo lo más relevante.
En investigación, los mayores problemas son la brecha que separa a países ricos (acceso generalizado a internet) y pobres, y que no formar parte de la comunidad científica on line discrimina a los investigadores. Y en cooperación es difícil garantizar la autenticidad de las ayudas que organizaciones de todo tipo piden a través de la red para solventar problemas de salud en diversos puntos del planeta.
Con respeto
«El principal reto ético de la E-Salut es el respeto a las personas», ha dicho Victoria Camps, presidenta de la Fundación Grífols y miembro del Comité de Bioética de España.
Hay autores que creen que internet contribuirán a deshumanizar más la medicina pero Camps defiende que será al revés: «En el sector educativo se ha visto que la comunicación entre docentes y alumnos a través de la red mejora la relación personal y los resultados educativos».
http://www.diariomedico.com/2009/04/22/area-profesional/normativa/retos-eticosl-mundo-e-salud