Paciente incurable
Asimismo, ha alertado sobre el riesgo que corren los médicos de abandonar al enfermo cuando detectan que es imposible curarlo o mejorar sus condiciones. «Cada paciente, también el incurable, alberga dentro de sí un valor incondicionado, una dignidad que debe ser honrada y que constituye el fundamento ineludible de cualquier actuación médica». De hecho, son precisamente «estas cualidades humanas, además de la competencia profesional en sentido estricto, las que el paciente aprecia en el médico. El quiere ser mirado con benevolencia, no sólo examinado; quiere ser escuchado, no sólo sometido a diagnósticos sofisticados».
Benedicto XVI también ha subrayado la necesidad de «respetar la autodeterminación del paciente pero sin olvidar que la exaltación individualista de la autonomía conduce a una lectura no realista y ciertamente empobrecida de la realidad humana».
Por su parte, el médico «debe proponer un tratamiento que mire al verdadero bien del paciente».