Además, el también profesor de Bioética y Filosofía del Derecho de la Universidad Francisco de Vitoria, ha explicado que «tan imperativo es el rechazo de la eutanasia (…) como el del encarnizamiento terapéutico en donde pueda pervivir. Partiendo de la convicción de que matar o ayudar a matarse no es lo mismo éticamente que dejar morir cuando no hay terapia y la situación es irreversible, ha insistido en que «el principio básico debe ser el de la indisponibilidad de la vida humana. En el contexto del individualismo hedonista en que nos movemos, el derecho a una muerte digna es un eufemismo para decir, en realidad, derecho a matarse, en sintonía con una inaceptable concepción de la autonomía, la libertad y la vida humanas.»
Asimismo, ha advertido que a veces se manipula el lenguaje y se confunde términos, hablando de eutanasia cuando no lo es. A su juicio, «la legalización de la eutanasia supondría un retroceso notable, desde el punto de vista jurídico-moral, porque tendría un efecto validante sobre una conducta gravemente inmoral. El efecto moralizante de la permisión jurídica contribuiría a acentuar la banalización de un bien jurídico básico como la vida física.