El beneficio del placebo se enfrenta a la autonomía

Una encuesta ha revelado que la prescripción de pastillas placebo es una práctica habitual en Estados Unidos, a pesar de que supone infringir el derecho a la información del paciente y a su autonomía.
G.S.S. 29/10/2008
El uso más común de las píldoras placebo en la práctica clínica es el de los ensayos clínicos controlados, pero, según una encuesta realizada en Estados Unidos, los médicos prescriben usualmente vitaminas, calmantes y antibióticos por su poder de potenciar el efecto placebo, es decir, para que los síntomas de un paciente mejoren gracias a sus propias expectativas de curación, y no gracias a las pastillas. Parte de los efectos terapéuticos del placebo residen en que la persona tiene confianza en que es medicina real y que va a funcionar.

Casi la mitad de los reumatólogos e internistas encuestados han afirmado que prescriben pastillas de este tipo dos o tres veces al mes. «La mayoría dicen que prescribirían una pastilla de azúcar para pacientes con dolor crónico si hubiera evidencia de que es capaz de provocar el efecto placebo», ha afirmado Jon Tilburt, del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos.

Expectativas positivas
El estudio, publicado en British Medical Journal, señala que cerca de la mitad de los médicos han utilizado este tratamiento más de una vez al mes «para promover las expectativas positivas del paciente», es decir, para que los enfermos se curen a sí mismos sin darse cuenta de ello. Los defensores de esta práctica dicen que puede ser uno de los tratamientos más beneficiosos que existen, mientras que los que se oponen argumentan que supone un engaño y que viola la autonomía y el derecho a la información que tiene el paciente.

Tilburt y varios científicos de la Facultad de Medicina de Harvard y de la Universidad de Chicago han encuestado a 1.200 médicos internistas y reumatólogos, profesionales que comúnmente atienden a pacientes con condiciones crónicas y que son difíciles de tratar. El 61 por ciento de los encuestados creen que es éticamente aceptable e incluso obligatorio prescribir tratamientos placebo en algunos casos.

Resultados
El 41 por ciento de los médicos que contestaron a la encuesta prescribieron calmantes para «engañar» al paciente, el 38 por ciento vitaminas y el 13 por ciento antibióticos y sedativos. Sólo el 2 por ciento utilizó pastillas de azúcar y el 3 por ciento tratamientos basados en agua con sal. «La respuesta a esta encuesta sugiere una preferencia por los tratamientos placebo activos. Pocos médicos recomiendan tratamientos inertes», argumenta Tilburt, quien cree que quizá en un futuro los médicos no serán capaces de prescribir este tipo de tratamientos por la carencia de pastillas o porque no se atrevan a ello.

La mayoría de los médicos que optan por este tratamiento lo describen como una medicina potencialmente benéfica y creen que, al menos, los pacientes sienten que están siendo atendidos. «Prescribir pastillas como vitaminas -sin consecuencias dañinas- para que el paciente tenga una expectativa positiva sin revelarle lo que está tomando no debería hacer sonar las alarmas. Sin embargo, prescribir antibióticos o sedantes cuando no existe indicación médica podría tener consecuencias adversas para los pacientes y la salud pública», afirma Tilburt.

Pablo Simón Lorda, magister en Bioética por la Universidad Complutense de Madrid, cree que esta práctica «supone un fraude a la autonomía del paciente» y que «no es aceptable desde el punto de vista ético».

El bioético considera que en España, aunque no existan datos, también se lleva a cabo esta práctica y que sólo un caso muy excepcional podría justificar prescribir una píldora placebo, como el supuesto de un paciente muy hipocondriaco. Sin embargo, aun en estos casos, «es conveniente que el médico busque otras alternativas».

En experimentos hay CI
El placebo se utiliza normalmente en investigaciones cuando se trata de determinar si una droga es efectiva o no. Se trata de controlar en qué punto el efecto terapéutico que pueda tener un fármaco no se debe a la confianza que la persona deposita en la pastilla. Usualmente se realizan experiencias con tres grupos: uno que toma la medicación real, otro que toma un placebo y otro que no recibe ningún tratamiento. Para que una droga sea encontrada efectiva es menester que supere en efecto al placebo. En estos experimentos el consentimiento informado (CI) y los comité de ética constituyen los elementos más importantes a tener en cuenta en la investigación terapéutica. Pablo Simón Lorda, magister en Bioética, cree que prescribir pastillas placebo es un fraude y que en España también se lleva a cabo esta práctica.

http://www.diariomedico.com/edicion/diario_medico/normativa/es/desarrollo/1179473.html


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