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Pedro Gutiérrez Recacha
Psicólogo. Doctor por el Departamento de Psiquiatría de la Universidad
07 Noviembre 2008
Apuntes para una Filosofía de la Medicina en el pensamiento de Kant
Este breve ensayo está dedicado a algo cuya mera existencia es discutible; como el propio título indica, este etéreo asunto no es otro que la exploración de una posible “Filosofía de la Medicina” en la obra del pensador de Königsberg.
Referentes filosóficos El filósofo Immanuel Kant (Königsberg, Reino de Prusia, 22 de abril de 1724-íbidem, 12 de febrero de 1804) es considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y del último período de la Ilustración.
En la actualidad, Kant continúa teniendo sobrada vigencia en diversas disciplinas. Una sostenida meditación sobre los diversos fenómenos del obrar humano nos remite necesariamente a Kant, que junto con Platón y Aristóteles constituye, según una gran mayoría, el hilo conductor de los grandes aportes al conocimiento humano.
Al menos hasta donde se me alcanza, Immanuel Kant jamás dedicó una monografía a la ciencia médica. Esta advertencia preliminar podría interpretarse como un intento de disculpa ante el lector por parte del autor de estas líneas, casi una autojustificación antes de lanzarme por los (no siempre transitables) senderos de la filosofía-ficción, tratando de especular qué habría pasado si el autor de la Crítica de la razón pura hubiera dedicado parte de su tiempo a la discusión de asuntos relacionados con la práctica médica o incluso qué sucedería si pudiéramos trasladar mágicamente al pensador desde su época ilustrada hasta la actualidad para recabar su opinión sobre los más variados problemas contemporáneos.
En este último sentido, pensemos que no sería muy difícil tender un puente entre la filosofía moral kantiana (dado el carácter decididamente formal que presenta la misma) y cualquier cuestión bioética de candente actualidad, aspirando a determinar, por ejemplo, qué conclusiones podrían derivarse de la aplicación del imperativo categórico a algún asunto (tan poco kantiano en principio) como la clonación o la eutanasia.
Alusiones explícitas a la medicina
Tales exploraciones siempre resultan de interés… pero no habría que buscar en ellas la finalidad del presente texto. No es mi intención desarrollar enunciados altamente formales ni postulados generales del pensamiento kantiano. Más bien al contrario, pretendo tomar como punto de partida las alusiones explícitas a la medicina (pese al posible carácter puntual o coyuntural de las mismas) que pueden encontrarse en una de las obras del filósofo ilustrado más aparentemente alejada de dicha temática: La contienda entre las Facultades de Filosofía y Teología (1798).
A partir de estas breves reflexiones, trataré, en primer lugar, de bosquejar la figura del profesional médico según la óptica kantiana. Dejo para otro artículo el análisis del examen crítico al que Kant somete dicha figura en tal obra. A partir de esa crítica se dilucidará el modo en que las reflexiones del filósofo, desde una distancia de más de doscientos años, todavía tienen algo que aportar a la teoría de la medicina del siglo XXI.
La génesis de una obra como La contienda entre las Facultades de Filosofía y Teología se produce en las circunstancias sociopolíticas particulares de la Prusia de finales del siglo XVIII, entorno político y geográfico en el que hubo de bregar Inmanuel Kant. La llegada al poder de Federico Guillermo II en 1786 supuso un considerable recorte de libertades con respecto al gobierno de su predecesor, Federico el Grande. La situación no era para menos, ya que Europa se veía inmersa en una época de inestabilidad que tendría quizá como mayor exponente el desencadenamiento de la Revolución Francesa en 1789. No resulta sorprendente que a lo largo y ancho del continente proliferaran las medidas gubernamentales destinadas a controlar la libre circulación de ideas con el fin de reprimir cualquier conato de rebelión.
Primacía del foro universitario
Estos nuevos aires no tardarían en afectar a la producción filosófica kantiana y el pensador de Königsberg se las habría de ver con una suerte de censura estatal que, mediante una comisión oficialmente designada, pretendía velar por la ortodoxia de las obras religiosas de los pensadores prusianos. Ante esta situación, y después de experimentar en carne propia los efectos de la censura, Kant elaborará La contienda como un alegato en defensa de “la primacía del foro universitario (científico), frente al clerical-gubernativo en la evaluación de escritos universitarios”1. Pero, una vez asumida esta reivindicación, quedaría por determinar qué Facultad específica debería encargarse de la revisión de determinados textos que, por su carácter mixto (hoy diríamos multidisciplinar) se adscribirían con dificultad a una única área de conocimiento. Tal es el caso, por ejemplo, de la Filosofía de la Religión. La reclamación kantiana exige que sea la Facultad de Filosofía, y no la de Teología, la encargada de tal censura, dado que es a la primera a la que compete el ejercicio de la crítica racional.
Del resumen anterior puede fácilmente colegirse que el tema principal de La contienda… poco o nada tiene que ver con la Medicina. Ahora bien, resulta que en su exposición preliminar sobre la estructura de los estudios universitarios de su tiempo, Kant reconoce la distinción entre Facultades “inferiores” (Filosofía) y Facultades “superiores” (Teología, Derecho y… Medicina). A todas estas disciplinas dedicará algún breve comentario.
Como el lector habrá adivinado, en la separación propuesta por el filósofo los términos “superior” e “inferior” no presentan un significado valorativo propiamente dicho, sino más bien descriptivo, en la medida en que no reflejan la opinión del mismo Kant sino la estima que tanto la sociedad en general como sus gobernantes parecían dispensar a estos saberes a finales del siglo XVIII. De hecho, el origen de la distinción entre Facultades Mayores y Menores es muy anterior al propio Kant.
La utilidad de la Filosofía Tradicionalmente, las tres Facultades Mayores se han asociado al dominio de los tres grandes órdenes en los que se desarrolla la vida humana: la religión, que pone en contacto al hombre con Dios y el macrocosmos; el derecho, que rige la relación del hombre con la sociedad (mesocosmos) y la medicina, que permite al hombre el dominio de su propio cuerpo (microcosmos) –en el presente artículo utilizo las denominaciones “Facultades Superiores” y “Facultades Inferiores” en lugar de “Mayores” y “Menores” haciéndome eco de la traducción de la edición citada de La contienda…, que corre a cargo de Roberto Rodríguez Aramayo.
Al de Königsberg (como es comprensible) le interesa ante todo defender la utilidad de la Filosofía, por lo que su discurso forzosamente será crítico con las consideradas facultades superiores (particularmente con la Teología). Por tanto, el juicio del pueblo a la hora de determinar cuáles de estas disciplinas resultan más beneficiosas para su propio provecho constituye para Kant el fundamento de la división entre Facultades superiores e inferiores y, en último término, la causa del enfrentamiento entre ambas: “la disputa de las Facultades gira en torno a su incidencia en el pueblo y sólo pueden conseguir dicha influencia por cuanto cada una de ellas haga creer al pueblo que conoce el mejor modo para fomentar su dicha” (p. 12)2.
El pueblo (o el gobierno, pensando en el pueblo) parece imponer lo que debe ser estudiado, pero, ¿qué saberes resultan realmente útiles para el mismo? O, reformulando la pregunta de un modo más certero, ¿qué saberes cree el pueblo que pueden resultarle más útiles? ¿Se halla esta utilidad relacionada con el adecuado uso de la libertad, que para Kant constituye el primer deber de la filosofía moral? En modo alguno. El de Königsberg resulta tajante con su respuesta: para la mayoría de las personas, los únicos conocimientos útiles son aquellos que pueden llegar a procurarles felicidad. Y esta felicidad radica en evitar los problemas que puedan surgir en este mundo –descanse su origen en la naturaleza (pues se ansía sortear la enfermedad y, en última instancia, la muerte) o en el comportamiento de los demás hombres (pues se busca el amparo de la ley)– y en eludir el sufrimiento en una vida postrera (pretendiendo obtener ya en nuestra existencia carnal garantías de que más allá del umbral de la muerte nos espera un futuro dichoso). De ahí que las tres disciplinas que gocen de un mayor apoyo popular sean la Medicina, el Derecho y la Teología.
La máxima dicha del pueblo
Sus máximas nos indican cómo esquivar los problemas antes señalados, mientras que las máximas de la “pobre” Filosofía sólo pueden aspirar a guiarnos determinando en qué consiste un comportamiento libre (que, en el sistema kantiano, equivale a un comportamiento moral).
En palabras de Kant: “Mas el pueblo no cifra su máxima dicha en la libertad, sino en sus fines naturales, los cuales se concretan en estos tres aspectos: esperar bienaventuranza tras la muerte, contar con que una ley pública garantice lo suyo en esta vida entre sus semejantes y, por último, el goce físico de la vida en sí misma (esto es, la salud y la longevidad). La Facultad de Filosofía, sin embargo, sólo puede admitir todos esos deseos a través de prescripciones tomadas de la razón y, permaneciendo adicta al principio de la libertad, se limita a sostener aquello que el hombre debe y puede hacer: vivir honestamente, no cometer injusticias, mostrarse moderado en el goce y paciente en la enfermedad, ateniéndose sobre todo a la espontaneidad de la Naturaleza; para todo esto no se requiere, claro está, una gran sabiduría, pues en gran parte todo se reduce al hecho de que uno refrene sus inclinaciones y confíe la batuta a su razón, algo que, sin embargo, no le interesa en absoluto al pueblo por representar un esfuerzo personal” (pp. 12-13).
Como primera conclusión, por tanto, podemos señalar el reconocimiento kantiano de que la Medicina constituye un saber útil, que puede proporcionar la felicidad a las personas y que, por tanto, resulta muy valorado por la sociedad. Dentro del primer capítulo (tras la Introducción) de La contienda…, que lleva por título “De las relaciones entre las Facultades”, el filósofo dedica a tal disciplina una de las secciones de su primer apartado (bajo el epígrafe “El carácter peculiar de la Facultad de Medicina”).
Lo que distingue al saber biomédico
En este breve comentario, Kant define al galeno como “un artista que, al tomar su arte directamente de la naturaleza y tener que derivarlo de una ciencia natural, se ve subordinado con todo, como docto en la materia, a aquella Facultad donde ha cursado sus estudios y a la cual ha de someter sus dictámenes” (p. 9). Es decir, la figura del médico aparece sometida a una autoridad docente responsable de su formación.
Pero, ¿sometida hasta qué punto? Y es que ahí podemos encontrar precisamente una diferencia fundamental que, en opinión de Kant, separa el saber biomédico de las otras dos disciplinas superiores. Ésta no es otra que su mayor dependencia de la Naturaleza, lo cual permite favorecer el peso de las pruebas empíricas y atemperar la gravedad de la autoridad doctrinaria: “Esta Facultad es, por lo tanto, mucho más libre que las otras dos Facultades superiores y se halla estrechamente emparentada con la Facultad de Filosofía; en lo que atañe a las doctrinas por las cuales son instruidos los médicos es enteramente libre, dado que para ellas no pueden darse libros sancionados por la autoridad, sino libros inspirados únicamente en la Naturaleza” (pp. 9-10).
Así pues, en esta primera aproximación la figura del profesional de la medicina parece obtener una valoración más bien positiva por parte de Kant: por un lado, procura un bien al prójimo, por otro, su práctica, pese a que pueda hallarse sometida a una autoridad, descansa en la observación de la propia naturaleza, lo que permite salvaguardar la independencia de su formación respecto a cualquier intento de control doctrinario. Entonces, ¿la Medicina siempre camina de la mano de la Filosofía? ¿No sé producirá entre ellas la mencionada “contienda entre Facultades” a la que parecía aludir Kant previamente al comparar saberes inferiores y superiores? La respuesta a esta pregunta nos conduce directamente a un próximo artículo.
“El de Königsberg resulta tajante con su respuesta: para la mayoría de las personas, los únicos conocimientos útiles son aquellos que pueden llegar a procurarles felicidad.”
1Estudio preliminar en Inmanuel Kant, La contienda de las facultades de filosofía y teología. Editorial Trotta. Madrid. 1999. Página XXI. 2Todos los números de página que aparecen a continuación se refieren a la edición de La contienda… citada en la nota 1.
http://www.jano.es/jano/humanidades/medicas/pedro/gutierrez/recacha/critica/razon/medica/_f-303+iditem-3241+idtabla-4+tipo-10
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