Palacios: «No tiene que presentarse ningún dilema ético»
Simó: «Parece que matar un embrión es un mal menor»
Oviedo, P. GALLEGO
«Son posturas irreconciliables». Así resume Rosa María Simó, presidenta del Comité de Ética del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), el debate reabierto a raíz del caso de Javier Mariscal, el bebé gaditano concebido a través de ingeniería genética y que salvará la vida de su hermano Andrés, aquejado de una grave variedad de anemia congénita. Y la clave vuelve a ser, según Simó, «cuándo se acepta que empieza la vida humana».
Además en este caso no se trata sólo de seleccionar un embrión sano entre varios enfermos mediante el «diagnóstico genético preimplantatorio» (DGP) sino de, entre todos los sanos, volver a elegir aquel con una histocompatibilidad total con el hermano enfermo, de forma que en el camino quedan varios embriones libres de la enfermedad. Embriones que para unos son ya un ser humano, y para otros un simple conjunto de células. En este caso, la madre puede donarlos para fines científicos, reservarlos para futuros embarazos o simplemente destruirlos.
«Hacer una valoración sobre este asunto concreto es más costoso todavía, porque ante la posibilidad de salvar la vida de un hijo, los padres estarán dispuestos a hacerlo por cualquier medio». Decisión que para el asturiano Marcelo Palacios, presidente del Comité Científico de la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI), «no tiene que presentarse ningún dilema ético». «Las personas, las familias, tienen el derecho a constituir el tipo de familia que estimen, por lo que si deciden tener un hijo acogiéndose a una técnica es pura decisión suya, y todo lo que sea hacer comentarios descalificadores me parece una injerencia inadmisible» sentencia Palacios.
«Tenemos la suerte de vivir en un Estado democrático de Derecho, y tenemos unas leyes que hay que respetar. La democracia nos da libertad para expresarnos, pero con respeto, sin torpedear o desacreditar a los científicos de este país que son capaces de hazañas como ésta» denuncia Palacios. Por tanto, y al pertenecer según este especialista a la «escala íntima» de la familia, «lo ético es no buscarle aristas éticas porque no las tiene». Además rechaza que se censure esta decisión, sobre todo cuando las críticas vienen «de grupos que no forman familias ni tienen hijos».
Como consecuencia del nacimiento de Javier, la Conferencia Episcopal Española prepara una nota en la que informará sobre su postura oficial, documento que se conocerá a lo largo del día de hoy.
Pero para Simó, «no es que la Iglesia diga que no se puede salvar la vida de un niño», sino que muchas personas creen que la vida humana comienza ya desde la primera célula. «Los que creemos que empieza en ese momento es porque la vemos crecer, y al contrario, habrá gente que acepte que se pueda matar al embrión en la primera semana y gente que no».
Y continua: «El problema tan tremendo del aborto demuestra que hay muchas personas para las que parece que matar a un embrión es un mal menor».
«Una cosa es lo que podemos pensar desde el punto de vista intelectual y teórico, y otra la situación de una familia con un niño enfermo. No obstante, aunque la ciencia les diga que lo pueden hacer y el niño se puede curar, la familia tendrá que tener unas convicciones muy profundas de que lo que hace es lo adecuado como para llevarse por delante a otros 16» subraya Simó, porque «hoy es un «bebé medicamento» y mañana puede ser un «bebé soldador» o un «bebé soldado»».
La dificultad para lograr el trasplante quedó demostrada en el caso del bebé gaditano. «Según comunica el genetista», puntualiza Palacios, «solicitaron sangre de un donante compatible al banco mundial de cordón umbilical, y de 11 millones de muestras ninguna sirvió». En este caso de anemia severa congénita, los dos padres tiene genes que causan la enfermedad, «por lo que es muy probable que, si tuviesen otro niño, también se viese afectado», explica. El nacimiento de Javier fue la única solución. «En lo que concierne a que este hijo sea útil para curar a su hermano, me parece una actitud pro-salud y pro-vida que merece el mejor de los éxitos», afirma el presidente del SIBI.
«Si los avances técnicos permiten tener hijos sanos y a la vez curar a un hijo condenado a morir a una edad temprana no queda más que felicitarnos y esperar que otros niños puedan beneficiarse también de este procedimiento», asegura Palacios, quien además llama la atención sobre el siguiente hecho: «si cuando donamos sangre o un riñón nadie se escandaliza, no entiendo el sentido de sacarle punta a esta cuestión, sino que tenemos que alegrarnos y dejar que las familias tengan sus hijos sanos y superen el escollo de la enfermedad».
«Lo que no se puede es llamar retrógrados o integristas a los que creen que el inicio de la vida es la célula, y tampoco asesinos o nazis a los que no lo creen así». Irreconciliables.