«En España se oculta la muerte y se muere muy mal»

Francisco Prat, director del Centro de Humanización de la Salud

Por José Manuel VidalRDSábado, 1 de noviembre 2008

Licenciado en teología, master en bioética, y director del departamento de formación del centro de humanización de la salud de los Padres Camilos de Madrid, Francisco Prat está casado, tiene 2 hijos, y es un experto tanto práctico como teórico. Un teórico que aplica la teoría a la practica. Acaba de escribir un libro, Bioética en residencias, problemas éticos en la asistencia a la persona mayor (Sal Terrae), con un índice muy sabroso, y con un lenguaje asequible, natural y al alcance de todos. Asegura, por ejemplo, que se está perdiendo la “compasión hacia los ancianos”, que “en España se muere mal” y que “la Iglesia peca de dogmatismo en bioética”.

P- ¿Por qué te decides a escribir el libro?

R- Porque por mi conocimiento del mundo de las residencias de personas mayores, cuando vamos a dar cursos, cuando he trabajado en residencias… me doy cuenta de que hay un déficit en el abordaje de problemas éticos, que hay muchos. Los profesionales de a pie, -enfermeras, auxiliares, psicólogos, médicos- no tienen las herramientas para abordarlos. Detecto que esto está muy mal abordado, en concreto en las residencias del sector no lucrativo, y digo ‘bueno, voy a hacer un estudio y si puedo sacar algo a la luz, a la calle, para ayudar a la gente a abordar esos problemas’.

P- ¿O sea que es un libro muy didáctico al alcance de estos profesionales y de cualquier persona que tenga un mayor a su cargo?

R- Claro, la idea no es hacer un gran tratado de bioética, sino abordar la ética existencial cotidiana. Hay un montón de casos prácticos en los que cualquier persona que cuide a un mayor se verá reflejado.

P- El lenguaje que utilizas está al alcance de todo el público en general.

R- Sí, sí, he intentado hacer un libro con un lenguaje que, sin dejar de ser riguroso desde el punto de vista de la bioética, lo pueda leer cualquier. De hecho, lo que yo espero y deseo es que muchas enfermeras, auxiliares, cuidadores de personas mayores a domicilio, familiares… puedan leerlo y aprender algo.

P- La situación de las residencias en España, a nivel global, es buena, mala… ¿Cómo la calificarías?

R- Yo diría que es mejorable. En primer lugar, los profesionales que trabajan en residencias son buenos. Yo diferenciaría el sector público y el sector privado. El sector público tiene la ventaja de facilitar el acceso a toda la población, y el sector privado tiene una mayor proyección, una mayor capacidad para implantar modelos de asistencia propios. Yo diría que las residencias en la actualidad son pocas para la demanda. Todo el mundo lo sabe, y es cierto. En segundo lugar, las residencias son siempre un mal menor. Es decir, hay que llevar a una persona mayor a una residencia sólo cuando no hay otra solución.

P- ¿Ese es el consejo que darías a mucha gente? Porque normalmente, eso es arrancar el árbol, ¿no? Cuando les trasladas de su sitio, de su lugar, de su casa…

R- Yo creo que sí, que es lo último que se debe hacer. También es cierto que hay muchas familias que no tienen otra alternativa. Y para eso están las residencias.

P- ¿Qué aconsejas, llevarlos a la residencia, o contratar a alguien que pueda cuidar a los ancianos en casa?

R- Desde luego, contratar a alguien que pueda cuidarlos en casa. Sin duda. Si hay que hablar de política de atención a la dependencia el acento tiene que ser claramente el de la ayuda a domicilio.

P- Para eso el Estado tendría que atender a las capas menos favorecidas para que pudiesen tomar decisiones de ese tipo, en vez de llevarlos a las grandes residencias.

R- Claro, porque costearse del propio bolsillo una ayuda a domicilio es muy costoso. La mayoría de la gente no puede. Por lo tanto, yo creo que hay que abogar porque los municipios, las comunidades autónomas, con toda la novedad de la ley de dependencia, pongan en marcha políticas para que la gente pueda acceder a tener servicios en casa. Porque a todo el mundo, cuando nos llegue la hora de ser mayores y de depender de otros, preferiremos estar en casa a estar en una residencia. Ahora bien, hay familias que no tienen otro remedio y no hay que juzgarlas o culpabilizarlas. Las residencias han de cumplir su función.

P- ¿Las personas mayores deberían seguir cumpliendo ese papel de transmisores de cultura, de valores… a las jóvenes generaciones?

R- Claro. Es un tópico que para mí tiene mucho de verdad: estamos perdiendo eso. El valor de la persona mayor como referencia de sabiduría que en otras culturas todavía se mantiene, en la occidental, como estamos inmersos en esta exaltación de la juventud, dejamos al abuelo “aparcado”. O bien en una habitación en casa o bien en una residencia.

P- Por un lado se les aparca, y por otro, algunos se quejan de que se les utiliza demasiado, ¿no?

R- Esa es otra. Está descrito en la literatura científica, el Síndrome del Abuelo Esclavo, aquellos que se ven obligados a hacer con sus nietos muchísimo más de lo que hicieron con sus hijos. Papá trabaja, mamá trabaja, y el abuelo lleva al niño a la guardería, le va a recoger, le da la merienda, le prepara la cena, le baña, y hasta que llegan los padres a casa. Yo creo que hay que racionalizar esta utilización de los abuelos, que es excesiva. Cuando ya no pueden hacer esas funciones, dejan de tener “importancia productiva” para la familia y entonces caen un poco en desgracia. Quedan aparcados o marginados.

P-¿Se está perdiendo la compasión por los mayores y el pagarles con la misma moneda?

R- Yo creo que la palabra clave es compasión. Antes, esto entraba dentro del sistema cultural, dentro del “paquete”. Uno asumía que los que te han dado la vida, el sustento, los que te han criado, generan en ti una obligación moral de devolverlo. No se planteaban grandes problemas: había que hacerlo, y cada uno lo hacía como podía. Ahora en la cultura eso de la compasión o la solidaridad está como más devaluado, y es difícil ejercerla dentro del sistema familiar. Es uno de los problemas sociales más serios que tenemos. Aunque no sea muy visible, pero dentro de las familias son pequeños dramas, porque el nieto que no aprende a respetar y a cuidar al abuelo, difícilmente va a tener compasión de otros fuera de la familia. Es un problema, sin duda.

P- ¿O sea que si eso es difícil en el seno de la familia, será mucho más fuera, en el ámbito social?

R- Claro, ese sería el análisis esquemático.

P- Hablando de otro tema. ¿Qué opinas de la ampliación de la ley del aborto?

R- Es un problema que está planteado actualmente en los medios de comunicación social y a través de globos sonda del ministro, de declaraciones de unos y otros… dentro de la refriega política. Está siendo instrumentalizado para desviar el problema de otras cuestiones… Yo creo que debería plantearse con el mayor consenso posible. Hay cosas en las que no nos vamos a poner de acuerdo: gente que defiende el “aborto libre” (derecho a la interrupción voluntaria del embarazo) y gente que piensa que abortar no es un derecho de la mujer, sino que lo principal que hay que proteger es la vida del bebé.

P- ¿Y en la despenalización estamos todos de acuerdo? Es decir, en los ámbitos de Iglesia se considera que el abortar no debe ser castigado con la cárcel, no debe ser un delito, ¿o también hay discrepancias?

R- Hay discrepancias, hay grupos que absolutizan el valor de la vida hasta el punto de identificar un aborto con un asesinato. Entonces piensan que debería penalizarse a la mujer, a los que facilitan el aborto, a los que lo provoca. Es todo blanco o negro. Sin embargo, hay otros grupos, a los cuales me siento más cercano, que sólo quieren plantear en la sociedad el debate de qué esta pasando con el aborto. El porqué la gente aborta. Por qué el numero de abortos esta aumentando en la población inmigrante. Cómo podemos prevenirlo. Qué educación sexual se está facilitando a nuestros jóvenes hoy. Qué pasa con la píldora del día después… Un debate que ayude a la sociedad a ser consciente de que esto es un problema grave, y más que un derecho para la mujer, es un drama. Y hay que abordarlo como tal.

P- Se va extendiendo también la idea de que es un fracaso personal y social.

R- Sí, y yo creo que es en eso en lo que tenemos que incidir en la sociedad: no discutir sobre el sexo de los ángeles, de si hay vida a partir del segundo día o del cuarto o del séptimo. Lo que tenemos que hacer es ponernos de acuerdo en cómo evitarlo, cuáles son las causas del problema… y esto es lo que la sociedad debe saber. No tanto que el PSOE dice “aborto sí” y el PP dice “aborto no”, porque esto es un debate político de cara a la galería y a los intereses electorales. La gente debería leer en los periódicos lo que está pasando. Qué supone abortar para el sistema, cuánto cuesta, qué pasa con las madres que abortan… eso es centrar el debate. Yo creo que por ahí tendría que ir la reflexión.

P- Otro de los temas de bioética que están más de moda es el que algunos llaman suicidio asistido, otros, eutanasia. ¿Qué piensa al respecto?

R- A mí me parece que suscitar debates en la sociedad no es malo: que la gente reflexione, piense, que se planteen diferentes opiniones, es bueno. Ahora bien, hay que tener en cuenta que en materia de aborto o de problemas éticos del final de la vida, estamos poniendo en juego no sólo un cambio de la situación legal o jurídica, sino que hay bienes que la sociedad debe proteger. Es decir, que no estamos solucionando un problema concreto de una serie de personas que quieren acabar con su vida y el sistema sanitario no les deja, también hay que introducir en el debate qué valor tienen la vida, la muerte y la muerte digna. Qué distintas posturas hay sobre morir con dignidad.

P- ¿No te da la sensación de que la gente mayor que se encuentra en estas situaciones, lo tiene muy claro? ¿Que no quieren seguir viviendo como un vegetal, o cuando su situación sea absolutamente indigna?

R- Así es, venimos de una medicina que se ha llamado “obstinación terapéutica”, que consiste en alargar la vida a toda costa, por encima de todo. Esto ha sucedido y sucede todavía en España. Se muere muy mal. Si tienes la suerte o mala suerte de estar en cualquier planta de neurología u oncología, lo más probable es que te alarguen la vida de manera artificial.

P- ¿Antes se moría mejor? Cuando la muerte era natural, en casa…

R- Sí, antes en la mayoría de los casos se moría mejor. Ahora la tecnificación ha hecho que muchas veces se prolongue innecesariamente la vida.

P- Incluso se aceptaba mejor la idea de la muerte, ¿no?

R- Así es, pero ahora no. Ahora el problema es que eso se oculta, no se deja participar a los niños en los rituales, no se quiere hablar de eso… Y si una persona con 95 años habla de “lo poco que le queda”, enseguida alguien le dirá “¡no hables de eso!”. Se ha perdido la naturalidad para abordar estos temas. Por eso el debata de eutanasia / suicidio asistido es interesante y hay que hacerlo, para ver si hay algunos supuestos en los cuales, cumpliéndose todas las garantías, la eutanasia / suicidio asistido es éticamente aceptable. Pero más allá de eso hay que plantearse qué tipo de muerte estamos promoviendo en esta sociedad. Porque estamos promoviendo una muerte, en general, más deshumanizada.

P- ¿Ese es el debate de fondo?

R- Claro, la tecnificación que prolonga excesivamente la vida, y por otro lado la promoción de la cultura de los cuidados paliativos, donde sí que se tiene mucho más claro que lo que se trata de hacer es paliar el dolor y el sufrimiento que se pueda tener al final de la vida, y acompañar en el tramo final de la vida. Hay que incidir en la sociedad para que los cuidados paliativos se ofrezcan como derecho de todo ciudadano.

P- ¿La buena muerte?

R- Efectivamente.

P- Has escrito a propósito de la presencia de los sacerdotes en los comités de ética de los hospitales. Pero dices que tienen que ser curas “especiales”.

R- Bueno, más que especiales, que por el hecho de ser curas no tengan un acceso directo, libre y abierto siempre a estos foros de debate, sino que sea cura o no sea cura, uno tiene que estar formado y con una actitud de diálogo hacia las posturas distintas, porque los comités de ética deliberan sobre problemas éticos desde distintas posturas, cada uno da su visión de la jugada. Lo que no puede ser es que un miembro de un comité de ética o de reflexión, sea cura o no, tenga la actitud de imponer la verdad a otros. Yo percibo en la Iglesia como estas dos maneras de afrontar las cosas en bioética: una, la del que dice “yo sé cómo son las cosas y voy a intentar convencerte a ti”. Para mí, esta postura no es aceptable en bioética. En bioética lo más importante es encontrar la verdad juntos. Un punto medio que nos permita optar por lo menos malo. Con una actitud dogmática –que está teniendo parte de la Iglesia- no podemos hacer bioética.

P- Y eso que Benedicto XVI insiste mucho en esa idea, es decir, el cristianismo es algo que se propone, nunca algo que se impone.

R- Claro, eso es: la propuesta, no la imposición. Luego, también es cierto que en la iglesia hay otro grupo de personas que sí tienen un talante abierto, porque estamos en una sociedad muy plural, y ya no existe el monopolio de la verdad moral como existía hace poco tiempo, cuando lo tenía la iglesia, y todo el mundo lo daba por bueno. Ya no existe eso, así que hay que buscar puntos de encuentro con otros. El que no tenga esa actitud, no podrá hacer bioética.

P- ¿Hay que decirle al enfermo la enfermedad real, aunque sea muy grave?

R- Tiene derecho a saberlo, no sólo desde el punto de vista ético, sino también legal. Hay una ley, la Ley de Autonomía del Paciente, en la que se estableces que una de las obligaciones del profesional sanitario es comunicar la verdad de su enfermedad al paciente. El paciente, si es mayor de edad, no es un niño y no tienes por qué ocultarle las cosas. Lo que pasa es que en nuestra tradición mediterránea, manejamos muy mal el tema de la verdad. Lo habitual entonces en cualquier hospital es que el médico pase visita y a la salida hable con los familiares, y sin embargo, no se lo diga al paciente. Eso es lo más habitual, pero ya se está generando una cultura de lo contrario, de decir “la enfermedad es mía y tengo derecho a que me digan qué tengo”. Pero sucede en España que la formación del personal sanitario en habilidades de comunicación es muy escasa, entonces siempre resulta más fácil para un medico hablar con los familiares que con el paciente. Porque se supone que hay que saber la verdad que puede aguantar, saber cómo dosificarla… y para eso se necesita saber comunicar. Y desgraciadamente, en las facultades de medicina de nuestro país, no hay ni una sola asignatura de comunicación o relación médico-paciente. Lo cual es curioso. Es como si un comercial no tuviera una asignatura en su formación de relación con el cliente. Nosotros, desde el centro de humanización, incidimos mucho en eso, en nuestros cursos y jornadas. Porque hay que dotar a los profesionales de la salud de esta formación complementaria tan necesaria.

P- Háblame un poco de quiénes son los Camilos, una congregación religiosa que está haciendo maravillas en el campo de la sanidad, aunque sean poco conocidos. Y de la revista Humanizar, “revista para la humanización del mundo de la salud”.

R- La revista es bimensual y cumple ahora el numero 100, lleva ya unos cuantos años. La humanización del mundo de la salud es nuestra pasión y nuestro reto. Los religiosos formulan su carisma en estos términos: cuidar a los enfermos y enseñar a otros la manera de cuidarlos. En el ámbito de cuidar a los enfermos, tenemos en Tres Cantos, (Madrid), en San Pedro de Rivas (en Barcelona), en Sevilla… centros de atención a otras personas. En Tres Cantos, por ejemplo, tenemos una unidad de cuidados paliativos, una residencia asistida para personas mayores… que cumplen un poco esa filosofía. Ese carisma de la congregación de atención humanizada a las personas que sufren.

P- ¿Cuántos religiosos son?

R- Pocos, ahora mismo no tengo los datos, pero en la comunidad de Tres Cantos serán unos diez, en España unos treinta y tantos.

P- Arropados después por todo un conjunto de gente como tú que trata de vivir ese carisma también desde la perspectiva laica.

R- Los Camilos han hecho una apuesta muy seria por los laicos, y se ve en efecto en los que trabajamos con ellos. Es de las instituciones que mejor está haciendo, a mi entender, ese implicar a los laicos, porque ellos son muy poquitos y porque confían en seglares que persiguen esa manera de hacer y de ser. Y por otro lado, además de la vertiente asistencial directa a las personas, está la parte de difusión de la cultura de humanización: formación, publicaciones… Editamos libros, la revista, la página web www.humanizar.es. Cursos, jornadas, formación de post-grado… actividades que intentan formar a distintos niveles –formación profesional, formación para el empleo… – iniciativas que buscan que la gente que se acerca a nosotros aprenda algo de esto de lo que estamos hablando.

P- Por ejemplo, aquí tienes 2 folletos: uno sobre las IV Jornadas de Duelo, y otro sobre las III Jornadas sobre el Fin de la Vida, Familia y Cuidados Paliativos. ¿En qué consisten?

R- El tema de los cuidados paliativos, de la atención a la terminalidad y de las personas que han perdido a un ser querido, lo llevamos por tradición muy dentro desde hace muchos años. Y de algún modo las jornadas nos sirven para fomentar entre la gente que viene de manera gratuita –las jornadas no cuestan dinero al participante, que se puede inscribir en la página web- un diálogo, entre las personas que tienen por denominador común humanizar el mundo de la salud. Los ponentes son de primer nivel. Se combinan conferencias con talleres prácticos, donde se ayuda a la gente que viene a las jornadas a aprender cosas de su día a día como cuidadores de personas en duelo o en un proceso de enfermedad.

P- ¿Teoría y práctica a la vez?

R- Ése es nuestro lema, que no sea una formación academicista, sino que de verdad ayude a la gente que viene a nuestra casa a cuidar mejor a otros.

P- Las jornadas se celebran siempre en Tres Cantos, ¿no?

R- Sí, en nuestro centro de Tres Cantos.

P- Hay otro curso que me llama la atención, y es el de Acompañamiento de Personas en Situaciones Especiales: gente que ha perdido un hijo, divorcios traumáticos… Ese tipo de situaciones que quizá afecten a mucha gente y la gente lo mismo no sabe ni que existe ayuda.

R- Claro, nosotros arrancamos hace años un Centro de Escucha, llamado San Camilo. Tenemos una sede en Tres Cantos y otra en Madrid en la calle Reina Victoria nº 8. Es un servicio gratuito que se presta durante un tiempo a personas que han perdido un ser querido, o que están sobrecargadas por cuidar a una familiar, o que tienen problemas de pareja… Se hace atención individual o en grupo si se ve adecuado.

P- Y, encima, gratis.

R- Sí, es un servicio en mi opinión de lo mejorcito que se da en Madrid, porque permite que gente que no iría al psicólogo –por toda la estigmatización que ello conlleva- sí acude durante 3 o 4 meses a un centro de escucha donde se facilitan los recursos, se da apoyo, se ayuda a salir de una situación difícil.

P- Me imagino que con resultados.

R- Resultados a veces conmovedores. Es que realmente con muy poco, una buena escucha, buena empatía, un profesional detrás que ayude, se hace mucho. Hay tanta necesidad de ser escuchado que ya el nombre, centro de escucha, dice mucho.

P- Ya veo los lemas que tenéis aquí: “dad palabras al dolor”, “el dolor que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe” (que decía Shakespeare). O este otro: “Ningún lazo une tan estrechamente dos corazones humanos como la compañía en el dolor”.

R- Eso hacemos, acompañar al otro. Pero hay que hacerlo bien. Nosotros formamos a la gente, tenemos un master en caunseling, por ejemplo.

P- ¿Esto ya se paga?

R- Sí, es formación universitaria: Tenemos un acuerdo con la Universidad Ramón Llul y mucha gente lo estudia con nosotros. Tanto en esta matrícula como el resto de post-grados estamos en pleno periodo de matrícula abierta. Se trata de capacitar a la gente para acompañar a otros, porque damos por supuesto que la buena voluntad no basta. Y es curioso, porque en este tipo de habilidades nos vamos extendiendo mas allá del mundo sanitario. Entre nuestros alumnos hay profesores, maestros, educadores y trabajadores sociales… Todo lo que son profesionales de ayuda a otros tienen la sensibilidad de decir “me tengo que formar en esto, tengo que aprovechar mejor mis recursos de relación con la persona a la que atiendo.

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